Y de oídas de había oído



Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.
Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.
De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco,Y me arrepiento en polvo y ceniza. Job 42

En la vida obligatoriamente pasaremos por etapas en las cuales nuestros pensamientos y razón colapsaran; esos momentos en los que te llenas de un sin fin de preguntas; los ¿Por que? se convierten en tu pan diario. Esos momentos cuando nuestras palabras ya no las dicta ni el corazón ni la razón; el corazón no las puede interpretar porque puede estar herido o angustiado, y la razón no puede dar veredicto porque se encuentra impotente de procesar la cruda realidad del alrededor, entonces las palabras que brotan de un par de labios temblorosos no son mas que frecuencias perdidas en el aire de dos enemigos y a la vez amigos internos que no encuentran respuestas. Venimos ante Dios quien lo conoce todo y decimos, yo haré las preguntas en este momento y tu tienes el deber de responder. Ese momento cuando doblas tus rodillas y empiezas a cuestionar la vida entera y a la vez al creador porqué permite ciertas cosas, al terminar tu recital de preguntas, cuando el corazón y la mente se desahogaron de su incapacidad de dar un paso; estando con los ojos físicos cerrados, se abren los ojos espirituales, y es entonces cuando vez los ojos de Aquel que durante el interrogatorio solo guardo silencio, y alzas la mirada. Cuando contemplas sus ojos, te su amor, su pureza, su sabiduría, su esencia, no resistes su mirada, porque él sin abrir su boca para darte las respuestas que buscabas, con solo so mirar te dice la respuesta que necesitas, y esa es "Te amo hijo, todo lo tengo bajo control", de nuevo el corazón se quebranta y la razón lo abraza y ambos de acuerdo dicen: en ti confiamos Señor, hablaba lo que no entendía, de oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven, por tanto mi rindo ante ti; me arrepiento de haber dudado una vez mas; me niego a mi mismo y me sujeto a u voluntad. En ese momento sigue el silencio, sus ojos te hicieron caer al suelo en llanto, pero al sonido de lo inaudible sientes el abrazo del Padre y sabes que TODO VA A ESTAR BIEN.
Sigue adelante, vale la pena. 


Luis Lara.



Pages